miércoles, 6 de abril de 2011

De enanos y gigantes...


En la vida hay enanos y gigantes en todos los ámbitos, desde bien pequeños nos enseñan a diferenciar entre lo que es “relevante” y lo que no lo es, en el colegio aprendemos bien pronto, por desgracia, quién es grande y quién es pequeño, con quien puede uno meterse y con quién no, y, lo peor de todo, de quién puede uno defenderse, y de quién es mejor que ni lo intente.

Pero no acaba ahí, no, en el Instituto se repite la misma historia, de enanos y gigantes, y no termina cuando uno llega al mundo laboral, al contrario, se hace más enorme la diferencia. Dentro de la empresa hay grandes y pequeños, y dentro del mundo empresarial en general, hay compañías grandes y pequeñas.

Lo que uno tiene que aprender pronto es que como contra las grandes empresas hay poco que hacer, lo más efectivo y rentable es ir a por las pequeñas. A por esas que pelean por sobrevivir, y que tienen pocos recursos para hacerte frente. A esas… a las que con un poco de rumoreo por aquí, un poco de fastidio por allá, te puedes cargar fácilmente.

Esas empresas que no tienen grandes intereses, que no tienen a personajes “ilustres” detrás, pequeñas entidades con pequeños futuros a los que es sumamente fácil aplastar, mejor no dejarles respirar, no sea que tengan algo de aliento y puedan defenderse y llegar a conseguir algo, no, mejor que no vivan, mejor que no puedan hacer daño.

Y si no pueden hacer daño, si son tan pequeñas que su repercusión es apenas notable… ¿por qué tanta inquina? De dónde viene ese comportamiento cuasi obsesivo de volverse uno grande, a base de insuflaciones de aire inexistente, con la única intención de pisotear al pequeño.

A lo mejor es que sí pueden hacer daño… al orgullo del que se cree mejor que nadie. Ay de esos que creen que los caminos en la vida se eligen sin concesiones, de quienes creen que aceptar un caramelo no implica la posibilidad de que se le atragante, pues puede, y en muchas ocasiones lo hace.

Pero en esos momentos uno ya no puede decir “ahora no quiero el caramelo”, pues no, te atragantas, toses, y te jodes, así, literalmente y por mal que suene. Cuando uno se construye a sí mismo a base de veneno y esperpento, cuando adquiere notoriedad por excentricidades, por vender un montón de humo de colores que esconde la propia falta de recursos a todos los niveles, cuando uno se edifica a sí mismo con estos tintes… ¿acaso cabe esperar otra cosa que atragantarse?

El problema llega cuando los humos de colores se disipan, y te quedas sólo con tu ineptitud y tu falta de escrúpulos, cuando alguien te desnuda y te ves frente al resto de la población, que te mira con recelo pensando... “está desnudo y es feo, no me gusta”, pobre de ese alguien, pequeño ignorante, al que pretendes aplastar ahora, que ha ido creciendo mientras tú pensabas en tus florituras y quehaceres sin sentido.

Pobre de ese pequeño sin futuro, que te acaba de descubrir tal y como eres… porque ya no pararás hasta aplastarlo. Perdona, tú elegiste el caramelo, tú elegiste para ti esos humos coloridos que escondían la nada, y si te duele… haber masticado antes de tragar, porque ese pequeño se está haciendo grande y por tu bien que no abra sus fauces, porque te puede devorar.